¿Qué mejor manera de empezar una estancia en Francia que con una buena tabla de quesos? Así empecé mi primera noche en Angers intentando calmar los nervios del primer día de clase. No hay nada que el queso no arregle, o al menos eso pensé en ese momento.

Al día siguiente empecé las clases en mi nueva Universidad. Me impactó verla por primera vez, parecía que me adentraba en Hogwarts. Los primeros días tuvimos reuniones Erasmus para explicarnos el funcionamiento de la Universidad, y con ello los «problemillas» de los primeros días… ¿Cómo conseguir hacer un Learning Agreement perfecto de 45 créditos si cada asignatura equivale a 2 créditos ects? ¿Cómo cuadrar un horario cuando tienes asignaturas de tres carreras distintas de tres cursos diferentes cada una? Para conseguir la beca francesa de alojamiento necesitas una cuenta en el banco, pero todos los bancos estaban saturados de estudiantes. ¿Se me pasará el plazo de la beca? No encontraba una buena ruta para ir a clase. ¿Tendré que andar todos los días 30 minutos para ir a la Universidad?  Los precios de los supermercados eran el doble de caros que en España. ¿Cómo conseguir comprar pechuga de pollo a menos de 14€ el Kg? Y para colmo, la ducha de mi habitación no tenía presión. Se me caía el mundo encima, tantas dudas en mi cabeza y tan pocas soluciones… Todo eso me ha hecho darme cuenta de que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. No os podéis imaginar lo que anhelaba Segovia, sus asignaturas de seis créditos, sus bancos siempre dispuestos a que ingreses tu dinero, los pisos universitarios a 1 minutos de la universidad y su Kg de pechuga de pollo a 5,50€.

Por suerte, los días fueron pasando y con ello llegaron las soluciones. Tuve la suerte de poder asistir durante mi primer fin de semana al festival «Accroche Coeurs», un festival anual de teatro de calle en cada plaza o rincón, que me recordó mucho a Titirimundi. Conseguí una bici de segunda mano, y pude recorrer toda la ciudad, admirar el castillo, disfrutar de las vistas del río Maine y poder comprar fruta y verdura en un mercado local. En el casco antiguo se esconden callejones repletos de adoquinado. En ese momento me volví a acordar de Segovia. Quizá todos los comienzos sean duros, quizá las ciudades no sean tan diferentes, quizá solo tenga que indagar un poco más.

Estad atentos si queréis saber cómo va evolucionando esta aventura.

¡Hasta pronto!

Karen

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Primer día de clase en la nueva Universidad